martes, 2 de febrero de 2010

Día de campo

Estoy sentado enmedio de un arroyo cuyo cauce hace que las hadas se relajen. Las piedras cantan un tono que podría escuchar por siempre, inesperadas, arrítmicas, llenas de gracia.
Entre la corriente se escurren los recuerdos que huyen como peces en busca de su hogar. No se hacia donde se dirigen y para ser sincero no me atomenta averiguarlo; ayer olvidé donde estaba cuando fue el terremoto, qué más da aligerar el peso de la valija.

A contracorriente, en dirección hacia donde mi mirada se funde con el horizonte navegan miles de luciérnagas que destellan desafiando la luz del día. Son como una hermosa comparsa de rebeldes que viaja de mente en mente brindando esperanza. Las acaricio y saludo con la mirada, les mando un beso con mi olfato que de pronto ha renacido junto con mi oído.

...

Ayer cuando cerré los ojos escuché tu canto, y cuando entré en mi alma pude oler la tuya.
¡Que maravilla son los días de campo!

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