Adoro observar gente. Quizá en otra vida fui antropólogo, una piedra o simplemente alguien que se levantaba a ver el paso de la humanidad.
Las madrugadas son algo que tienen su actividad especial. Gente corriendo al laburo, otros que ya están en él limpiando o custodiando el aeropuerto, o aquella pareja que sale a caminar por la calle desierta dándose palmaditas cariñosas para impulsar el ánimo.
Voy a robarme el slogan de esa compañía de seguros: Vivir es increíble.
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