No quiero hablar de fútbol, el cual nunca ha sido un deporte que admire. Lo que sí me anima es ver la pasión de la gente.
El amor hacia Tijuana por parte de quienes la habitamos, es un cariño mudo, sincero y que no hace aspavientos. Es un sentimiento pragmático más que mediático.
Lo que desataron los Xolos, fue materializar ese sentir en las calles. Algo muy visto en diversas ciudades, pero que para Tijuana era algo ajeno.
Ahora, el futuro del equipo es incierto, recordemos que estamos en esos perversos años de actividad política en busca del poder. Y su dueño se convirtió en la carne de cañón para enjuiciar la maquinaria del PRI.
Los dejo con un par de fotos que tomé.
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