miércoles, 6 de julio de 2011

Sueño

Estábamos en esa gran ciudad.

La cantina era un refugio para quien agotado por la caminata sin rumbo, reclamaba refrescar su alma.
De paredes blancas forradas de azulejo etéreo, su espíritu denotaba un ambiente impoluto. Tras la barra, un bigote grande agitaba compulsivo un incansable trapo rojo. Su enorme cuerpo y la palidez que se mimetizaba con las paredes, convertían al señor de la barra en ese tío pachoncito que todos queremos abrazar.
Escondía su ternura detrás de unos ojos rabiosos cuyo fulgor lograba intimidar a la siempre vana primer impresión.

Sus movimientos cortos y rápidos producían prodigiosas bebidas que arrancaron de inmediato nuestra admiración que se rendía embelesada tras la tosca barra de concreto.

De pronto, una sensación extraña me invadió; por lo general cuando disfruto un estado me invade la nostalgia temprana de saber que ese instante pasará. Mas este momento fue distinto.

Floté y seguí disfrutando cada sensación de mi sueño. Exploré al máximo los detalles y descubrí algo sencillo y maravilloso: estaba viviendo el momento presente.

No hay comentarios: