lunes, 12 de septiembre de 2011

Ayer

En ocasiones pensamos que tenemos días malos en los que todo sale mal.
Pero, ¿te has puesto a pensar en el resto del mundo?

Ayer caminaba ensimismado en las actividades del trabajo, ausente pero concentrado, en un estado de vigilia focalizada.
Pendiente de aquello, adelantándome a lo otro, flotando en un ir y venir constante.

Todo se detuvo en ese rostro.
La concentración,
los pendientes,
la satisfacción,
el equilibrio.

Era una mujer joven con mirada de adulta. Seria, cabizbaja, quizá hasta avergonzada. Ella no podía ocultar su enojo y desesperación.
En pleno domingo, bajo la tormenta del sol que extiende su verano, rodeada de extraños que como yo la veíamos expuesta en su vitrina averiada.

Afuera, La llanta dislocada no era un buen augurio, representaba mas bien la garantía de su tragedia.
Sola, ella se encorvaba en su asiento en un mal intento por desaparecer.

Ahí valoré mi domingo, y recordé que cuando nos sacude un imprevisto no somos los únicos que nos persigue el mal agüero.

Si bien, no podía hacer nada ni siquiera regalarle una sonrisa, al menos le brindé mis buenos deseos.

Espero que su día haya terminado mejor.

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