Es muy difícil encontrar películas mexicanas que no ofendan nuestro orgullo patriotero. En medio de este triste panorama, Ernesto Contreras brilla con su ópera prima titulada Párpados Azules.
Su frescura y sinceridad, logra retratar la complejidad de las emociones humanas y sus aspectos más desoladores. Armada de una cinematografía que permite la contemplación de los sentimientos, la historia es una reflexión profunda en torno a ese sentimiento que pareciera existir únicamente en la publicidad; el amor.
Asimismo, las locaciones transmiten una sensación cargada de nostalgia a lo largo del filme; el camellón del Circuito Interior y los edificios vetustos que albergan departamentos llenos de texturas e imágenes que encarnan el kitch mexicano. Y qué decir de la tienda de uniformes sobre la avenida Insurgentes con sus maniquíes de mulatas con los labios de un carmesí inusitado.
En verdad que rescata una parte de la esencia de la mexicanidad, lo bonito que es sufrir el mal de amores.
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