domingo, 13 de septiembre de 2009

En Ensenada

Que lindo ver a la señora de bolsa y cartera comprar tacos en El Paisa. Por supuesto que no los consume ahí, en la barra humueante de aromas y texturas, ya que eso sería una insensatez. Se limita a ordenar y a distanciarse lo más posible de la realidad. Su mano larga y esbelta estira los finos dedos en un ademán de soberbia exquisita para no tocar la mano de la cajera. Menos mal que es una muchacha y no uno de los batos sudorosos que a destajo despachan los pedazos de carne contenidos por una tortilla.
Al fondo el folclore, eso que los extranjeros destacan; el músico ambulante con el México lindo y querido, el box en la televisión que obliga al taquero hacer una pausa en su línea de producción para deleitarse con el orgullo patrio al ver que
el hijo de J.C. Chávez gana por knock out su pelea.

Pero nuestra dama se abstiene del sabor popular, su cara la delata. Está sin existir, pretende ser ajena y fugaz. Tan pronto recibe su vianda se retira conteniendo la respiración para no contagiarse de tanto pueblo. Luego, apresurada, camina hacia su auto con placas gringas. Los comensales la zorrean sin recato y exclaman excitados: "es un BMW compa". Para colmo un vago frota con un hilacho el auto negro, ella sin pensarlo extiende de nuevo su larga tenaza para darle unas monedas a cambio de que tal individuo desaparezca de inmediato de su cara. Desesperada monta y se aferra al volante para salir volando hacia la comodidad de su casa, en donde seguramente su plebe le exigirá a gritos: "mamá, que trajiste de comer".
Todo esto es septiembre, el mes de la patria.

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